El básquetbol femenino de la UACh y su lucha por no desaparecer

Sostener un equipo de básquetbol femenino competitivo es un ejercicio constante de equilibrio. En la Universidad Austral de Chile (UACh), las personas que se dedican al deporte deben compatibilizar su vida personal con los estudios e incluso muchas veces con el trabajo. Detrás de cada temporada hay gestiones silenciosas, sacrificios económicos y una red comunitaria que permite que el proyecto siga en pie, aun cuando el reconocimiento social y el respaldo estructural avanzan a un ritmo mucho más lento que el esfuerzo del plantel.

La realidad es que mantenerse en competencia implica mucho más que talento. El básquetbol al igual que los demás deportes requiere de planificación, recursos y apoyo institucional. Ese contraste entre el compromiso interno y las limitaciones externas, deja entrever la complejidad de impulsar un proyecto femenino en un escenario que parece lejano al profesionalismo.

La autogestión como motor

En la UACh, el competir en ligas federadas como Liga Nacional Femenina (LNF) implica enfrentar costos muy superiores a la capacidad real del equipo. “La participación en la Liga Nacional es cara. Es un presupuesto alrededor de los 70 millones de pesos para nosotros. Eso sin pagar jugadoras, solo con una extranjera, staff, etc.”, explicó la entrenadora Andrea Bilbao. Para cubrir la temporada, las jugadoras y el cuerpo técnico deben recurrir a rifas, beneficios sociales y aportes voluntarios de familias y apoderados que están dentro de la escuela.

A nosotros nos pasa exactamente lo mismo que al fútbol en otros lados, siendo un deporte masivo. Igual es mucha autogestión de los entes del deporte
— Andrea Bilbao

Bilbao profundiza que parte del financiamiento proviene del Club Deportivo Universidad Austral de Chile. En el caso del básquetbol femenino, ese aporte se complementa con recursos generados por la propia escuela, principalmente a través de mensualidades y el apoyo de las familias, lo que permite cubrir algunos gastos básicos. Edgardo Bilbao, fundador de la escuela de básquetbol, reconoce que sin esa base comunitaria sería imposible sostener su proyecto: “Los apoderados son prácticamente los que han hecho que esta escuela perdure en el tiempo”. Para él, la columna vertebral está en el compromiso cotidiano de las familias.

Sin embargo, esta dependencia de la comunidad revela un problema mayor ya que el básquetbol femenino sigue avanzando a pesar de la precariedad. Este deporte se mantiene más por buena voluntad que por una estructura profesional, estable y reconocida. El modelo funciona, pero a un costo emocional y económico que recae en las jugadoras, entrenadores y apoderados.

Desde la categoría Under 9 hasta la adulta, son cientos los apoderados comprometidos por el mejoramiento de este deporte.

La ausencia de financiamiento estable

Si bien el club femenino ha contado con auspicios como el concesionario automovilístico valdiviano MG Autos, aún se depende de rifas, beneficios, colectas y aportes voluntarios. Incluso cuando la UACh ha competido en Primera División, la visibilidad no ha crecido al ritmo necesario para atraer más auspicios significativos.

Tatiana Gómez, ex jugadora de la UACh y ex seleccionada nacional, refuerza este diagnóstico al señalar que la precariedad económica no es un problema nuevo ni aislado. Su testimonio evidencia cómo incluso un plantel con tradición formativa debe recurrir a mecanismos básicos pero importantes para sostener la participación en las ligas. La dificultad para convocar público en los partidos influye en la escasa llegada a potenciales auspiciadores. Edgardo Bilbao explica que el gimnasio se encuentra apartado de la ciudad, siendo un factor importante.

Estamos al otro lado del puente y a la gente no le gusta cruzarlo normalmente para ver un espectáculo, sobre todo de niñas
— Edgardo Bilbao

Esta desconexión territorial y simbólica limita el impacto del equipo en la ciudad y a la vez su atractivo comercial frente a marcas que buscan alta exposición.

La baja percepción externa dentro de Valdivia, no solo afecta la cantidad de espectadores que va a ver los partidos al gimnasio, sino también la magnitud del trabajo que realiza el club. El asistente técnico más joven de la rama femenina, Vicente Miranda describe una realidad que deja entrever el peso emocional que implica sentirse constantemente fuera del centro de interés de la ciudad.

Esta falta de visibilidad también condiciona el vínculo entre el público y las propias jugadoras. Según la exjugadora Ana Aburto, aún persiste un sesgo cultural que afecta la valoración del deporte femenino. “Inicialmente por una cultura machista. Siempre en todos los deportes, es más destacado lo que hacen los hombres que las mujeres”. A eso, se suma el desconocimiento sobre la identidad del plantel a comparación de los equipos masculinos:

La gente a veces no va a ver los partidos, sino a los jugadores. Creo que se desconocen un poco a las jugadoras de manera individual
— Ana Aburto

El elenco para 2025 estuvo compuesto por 19 jugadoras, aunque ninguna de ellas alcanza reconocimiento más allá del ámbito universitario.

Aburto sostiene que esa falta de difusión también limita el interés de los auspiciadores, porque sin rostros y sin historia es difícil generar una conexión con el público. “Creo que lo que falta es difusión tanto del equipo, pero también de manera personal de las jugadoras. Eso también atrae público”. Por otro lado la experimentada jugadora de la escuela Consuelo Peters, añade otro factor que desalienta a las empresas externas. “Es súper difícil que una empresa con prestigio apoye un club que, de la forma en que está constituido, es poco serio para ellos por fuera para entregar fondos”.

Además, Peters recalca la desventaja que existe de la infraestructura actual que posee la casa de estudios en que entrenan. “Si es por vender, publicitar, es muy difícil que las grandes marcas prefieras optar por un gimnasio en que entran 200 personas a que un coliseo (Coliseo Antonio Azurmendy) donde entran miles. Siempre vamos a estar en desventaja en eso en la ciudad”.

Esta lógica también es cuestionada desde el propio equipo. Nicoll Ojeda, jugadora de la Escuela de Básquetbol Femenina de la UACh, explica que la falta de visibilidad condiciona el apoyo que recibe la rama femenina. A su juicio, la escasa exposición pública limita el interés institucional y externo, afectando tanto el respaldo económico como la valoración social del básquetbol femenino en la ciudad.

Estas voces revelan una misma lectura del problema, la UACh sostiene un proyecto deportivo valioso, formativo y competitivo pero que aún enfrenta un medio que no logra dimensionar su aporte. La ausencia de financiamiento estable no solo frena su crecimiento, sino que precariza las posibilidades de profesionalizar el básquetbol femenino en Valdivia.

El profesionalismo sigue siendo un sueño

Aunque el básquetbol femenino chileno en general ha crecido en participación, la profesionalización sigue siendo una meta más ambiciosa que cercana. Existen importantes avances como la subvención permanente otorgada por la Municipalidad de Valdivia que la profesora Andrea Bilbao agradeció. “Este año también se nos sumó la Municipalidad a través de una subvención permanente. Va a estar en el 2026 y va a ir subiendo el monto para poder beneficiar a las series menores”. Sin embargo, estos apoyos quedan obsoletos para sostener un modelo profesional.

Desde una mirada nacional, el desarrollo sigue siendo disparejo y la búsqueda de sponsors continúa siendo compleja. Irán Arcos, expresidente de la Federación de Básquetbol de Chile, reconoce que el proyecto de profesionalización de la Liga Nacional Femenina permanece estancado.

En la página oficial de Liga Nacional Femenina, se encuentra desactualizado el apartado de noticias, mostrando una evidente escasez de profesionalismo y constantes actualizaciones al campeonato.

Las brechas entre el básquetbol masculino y femenino también condicionan cualquier intento de profesionalización. “Indudablemente las condiciones del básquet femenino son muy distintas a los de los varones,” afirmó Arcos, añadiendo que incluso la cultura deportiva juega en contra. “A veces nosotros mismos somos los culpables. Entre ir a apoyar un equipo femenino, decidimos ir a ver a los varones y debiese ser a los dos”, recalcó Irán.

En el caso local, la propia ex jugadora Ana Aburto da cuenta del poco alcance que existía hace 10 años y que no ha cambiado mucho en la actualidad. “No hay jugadoras que sean reconocidas a nivel nacional. No es que no tengan el mérito (…) falta cultura deportiva”. Además, agrega que, “en algunos clubes es posible alcanzar acuerdos básicos como pago de pasajes, estadía, comida, indumentaria y que tú no gastes ni un peso”. Pese a obtener estos beneficios, no existe un salario fijo de por medio dentro del deporte cestero.

La UACh busca ser reconocida por su seriedad en la formación de jugadoras. Arcos destacó el rol histórico que tiene el club: “Hay que darle un reconocimiento a la Universidad Austral que ha estado mucho tiempo con el básquetbol femenino. Hay clubes que hacen bien la pega, entre esos la parte formativa de la universidad siempre ha hecho un muy buen trabajo”. El panorama nacional aún no entrega las condiciones necesarias para que este trabajo desemboque plenamente en carreras profesionales. La falta de una estructura económica sostenible, la escasa visibilidad mediática y las brechas históricas respecto del básquetbol masculino dificultan un profesionalismo real.

Soñar también tiene su precio

Frente a un escenario en que las posibilidades de vivir del básquetbol son mínimas, el compromiso de las jugadoras de la UACh se sostiene más en la convicción que en expectativas económicas. Ese esfuerzo cotidiano también se ve en las series menores y recae sobre el cuerpo técnico del club, que termina asumiendo múltiples roles para sostener emocionalmente al equipo en medio de la precariedad. Vicente Miranda reconoció que la labor va mucho más allá del entrenamiento: “Nosotros terminamos siendo entrenadores, psicólogos, amigos y a veces uno no tiene las herramientas para poder manejar a las chicas cuando están pasando una mala racha”.

El sacrificio también se expresa en lo económico. Para Miranda, practicar deporte de manera constante se ha transformado en un privilegio. “Que puedas hacer deporte al final termina siendo un privilegio, por el nivel de costo que tiene cualquier tipo de actividad”. Por eso mismo, la autogestión se transforma en una necesidad más que una estrategia. La jugadora Consuelo Peters en conversación con sus cercanos cuestionó el rol y el apoyo institucional de la universidad.

A la gente cuando tú le comentas no le cabe en la cabeza que representemos una universidad y que la ´U´ no nos dé ni uno, solamente el gimnasio para entrenar
— Consuelo Peters

Las jugadoras de la UACh utilizan el gimnasio al menos 3 veces por semana.

En muchos casos, las jugadoras deben compatibilizar estudios, trabajos y entrenamiento en una dinámica alejada de las experiencias profesionales de otros deportes. “Convalidar trabajo, estudio y básquet se vuelve parte del día a día”, explicó Peters. Mientras la estructura federativa del país sigue estando lejos de entregar condiciones formales. Incluso desde la formación, la escuela percibe que existen sectores que quedan fuera de este sueño. Jorge Barriga, entrenador de las series menores, ve como diversos obstáculos impiden que más niñas accedan al básquetbol.

De todas formas, Barriga cree firmemente en el valor de sembrar identidad deportiva, más allá de si llegan o no al alto rendimiento. “Quizás no todas lleguen a jugar en su adultez profesionalmente. Pero sí vas a educar a gente deportista, a gente que le gusta entrenar, que van a sentir la necesidad de hacer deporte”, sostiene.

Pese a las barreras económicas, la escasa visibilidad y un profesionalismo aún distante, el básquetbol femenino de la UACh sigue entrenando, compitiendo en seis ligas diferentes y formando jugadoras en un ambiente que exige más convicción que respaldo. Rifas, aportes familiares y sacrificios personales mantienen vivo un proyecto que entrega mucho más de lo que recibe. El desafío no pasa solo por resistir, sino por saber si el deporte femenino universitario contará con un apoyo estructural capaz de transformar ese esfuerzo en una realidad.

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