CD UACh: El semillero valdiviano que nutre a la selección chilena femenina

Llegar a la selección chilena es el sueño de quienes viven y sienten el básquetbol. Desde Valdivia, una ciudad cestera que ha celebrado a referentes masculinos como Gerardo Isla, Claus Prutzmann y Erik Carrasco –jugadores formados en clubes locales antes de vestir la camiseta nacional-, el orgullo deportivo forma parte de su identidad. Pero esa historia tiene un capítulo desconocido: el de las mujeres que también han construido su camino desde la capital de la Región de Los Ríos hacia la selección. Muchas de ellas han sido parte de la Escuela de Básquetbol Femenina de la Universidad Austral de Chile, en un espacio que ha sido desarrollado para el talento femenino de la zona.

Más allá de la competencia local, la UACh ha sostenido por años un proceso de formación que hoy rinde frutos, aunque pocos lo sepan. Son muchas las mujeres que pasaron por la escuela del profesor Edgardo Bilbao, pero pocas las que son parte de la historia del semillero del básquetbol femenino a nivel de selección. Alguna de ellas son Catalina Stevens, Javiera Contreras, Consuelo Peters, Fernanda Rivera, Natalia Soto, Ana Aburto, Josefina Cortés, Constanza Antero, Nicoll Ojeda, Montserrat Bravo, Marcela Garrido Montserrat Salvadores, Andrea Soto y la más reciente seleccionada nacional Agustina Mena, quien disputó el sudamericano U17 en Asunción, Paraguay.

Conoce a las jugadoras que han llegado a la selección chilena siendo parte de la Escuela Femenina de Básquetbol:

La escuela que forja el camino

Para muchas jugadoras de la escuela de la Universidad Austral, el practicar básquetbol comenzó como un hobby. Era un pasatiempo y una forma de liberar energía a través del deporte cestero. “La principal motivación en ese entonces, más allá de hacer deporte, era hacer amigas. Tengo un círculo muy cerrado y son todas personas que he conocido gracias al deporte”, recuerda Fernanda Rivera, jugadora de la Escuela de Básquetbol Femenina de la UACh.

Con el tiempo, el básquet femenino en Valdivia dejó de ser solo un juego. Bajo la dirección de los profesores Edgardo y Andrea Bilbao, esta cantera –sin financiamiento profesional- logró e instaló disciplina y competitividad. Las generaciones que crecieron entre temporales, viajes eternos y gimnasios compartidos, adaptaron el entrenamiento a un esfuerzo sin excusas y una constancia incluso cuando las condiciones no eran favorables.

Consuelo Peters, ex seleccionada nacional y ex jugadora de la Escuela de Básquetbol Femenina recuerda la mentalidad y la visión que traspasaba el entrenador para una preparación para el futuro. Fernanda Rivera, también ex seleccionada destaca la relevancia del apoyo integral y motivacional que recibieron durante su proceso de formación en la escuela.

Fernanda integró la selección chilena desde el 2011, en los sudamericanos U15 y U17.

Tanto Fernanda como Consuelo se sienten sumamente agradecidas el estar en la selección y lo reconocen como un hito inolvidable. Rivera afirma que gran parte de lo que ha vivido como jugadora y persona se lo debe a la escuela femenina de la UACh, al punto que nunca ha priorizado partir a otro club pese a recibir ofertas. En los relatos de las jugadoras se repiten escenas que retratan los sacrificios y que pese a la precariedad, terminó marcando el camino de sus identidades deportivas y personales.

El precio de la distancia en la selección

Los viajes son parte importante del básquetbol, especialmente para quienes aspiran al alto rendimiento. Cada convocatoria implicaba viajes nocturnos, largas horas de carretera y responsabilidades poco habituales para su edad.  “Mis papás no tenían los medios para acompañarme hasta Santiago, teníamos que viajar solas en bus”, recuerda Rivera.

Esa misma distancia también, se transformó en una barrera económica. Durante años la federación de básquetbol no cubría traslados ni estadías, y fue el propio cuerpo técnico de la Escuela de Básquetbol Femenina de la UACh quienes ayudaron a sus jugadoras.

Nos pagaban los pasajes para ir (…) eso igual ya era harto, antes la federación no se hacía cargo tanto de eso
— Fernanda Rivera

Consuelo Peters vivió desde muy joven ese desafío. A los 13 años fue llamada a la preselección chilena sin haber jugado FEMISUR, pues la liga aún no existía. “Llego a Valdivia a mi casa, veo y me llama Cristián Santander (ex técnico de la selección chilena de básquetbol) y me dice ´prepara tus maletas, nos vamos a Ecuador´. Me puse a llorar”, menciona Peters sobre su primer sudamericano en que Chile quedó en segundo lugar ante Brasil.

Consuelo junto a la selección del técnico nacional Christian Santander obtuvieron el segundo lugar del sudamericano de la categoría U15 en el 2011.

La exigencia que enfrentaba el plantel femenino obligaba a equilibrar la vida profesional con la académica. Debido a lo anterior, Peters tuvo que cambiarse de recinto educativo pues no tenía flexibilidad en sus evaluaciones. “En el colegio no me apoyaban nada. Yo salí re mal del colegio. Esa fue una de las razones también por las que decidí irme porque me hacían dar hasta la última prueba en febrero”.  

“Recuerdo haber estado en el colegio cuando me llamaron a la preselección”, relata la jugadora de la escuela de básquetbol Nicoll Ojeda, que vivió una mezcla de emoción y sorpresa en ese momento. Detrás de este tipo de llamados había una vida que se reajustaba por completo. Para muchas jugadoras, representar al país implicaba renunciar a lo cotidiano: cumpleaños, salidas con amigas e incluso su propia adolescencia. Consuelo Peters lo sintetiza desde su experiencia más íntima: “El ser chica y no ir al cumpleaños de ningún amigo (…) ya había un punto en que no lo estaba disfrutando tanto”.

En esa misma línea, la ex jugadora y preseleccionada Ana Aburto también sintió el peso de la distancia. Nacida y criada en Collico, su ingreso a la escuela fue casi accidental: “El profesor Edgardo en una competencia me invitó a participar y ahí yo dije ´voy a ver si es factible´, porque la universidad me quedaba lejos (…) el profe me iba a dejar después a la casa porque no había micros”.

Aburto encontró en el básquet su llave para el futuro. “Económicamente no me iba a alcanzar la plata para estudiar, entonces tenía que obtener un muy buen puntaje o seguir jugando a buen nivel. Postulé al cupo deportivo y pude elegir la carrera que yo quería”. Sin embargo, su carrera de deportista se construyó sobre sacrificios invisibles.

El profe me compró zapatillas, incluso una cama cuando no tenía. Si él no me hubiese recibido, no sería la profesional que soy ni me hubiese desenvuelto como lo he hecho
— Ana Aburto

Gracias a su desempeño deportivo, Ana Aburto ingresó a la UACh a través del ingreso especial y obtuvo una beca del 35% para estudiar Terapia Ocupacional.

A pesar del sacrificio logístico, para muchas fue una oportunidad irrepetible e inolvidable. “Compartir con compañeras de otras regiones obviamente es un aprendizaje enriquecedor para ti como jugadora”, reflexiona Ojeda tras la experiencia que significó crecer fuera de la cancha. El precio de representar a Chile desde el sur no se mide en kilómetros, sino en la esperanza silenciosa que sostiene un sueño.

El valor de regresar al origen

Para muchas jugadoras, vestir la camiseta de Chile fue una experiencia que marcó un antes y un después. No solo por la exigencia de competir en otro nivel, sino porque les permitió valorar de dónde venían.

La experiencia en la selección chilena de Nicoll, Fernanda y Consuelo les contribuyó a ser parte del campeonato de básquetbol 3x3 organizado por la Federación de Básquetbol en Valdivia el año 2020 en que se coronaron campeonas.

En el caso de Fernanda Rivera, la experiencia internacional que tuvo en los Juegos Olímpicos Universitarios de Taiwán le permitió comprender el valor simbólico de participar en un evento de esa magnitud. “Competimos, dimos lo mejor, obviamente no ganamos, pero el hecho de haber estado ahí, el haber llegado y haber hecho puntos ya era un logro”, recuerda con emoción.

Para Ana Aburto la madurez deportiva llegó acompañada de gratitud. Tras años de esfuerzo y de vestir la camiseta del club y del país, encontró en el retorno una forma de retribuir lo aprendido. Hoy continúa vinculada a la institución y mantiene contacto permanente con el espacio que la acogió cuando más lo necesitaba.

Esa madurez también se tradujo en tener que tomar drásticas decisiones en la vida de las jugadoras. “Iba a asumir otros desafíos pero ya mi prioridad era sacar mi carrera” comenta Ojeda, reflejando el cambio de foco que muchas jugadoras enfrentan cuando deben equilibrar el deporte con su desarrollo profesional. Para muchas, regresar a Valdivia no fue un retroceso, sino una forma de volver al punto donde todo comenzó, ya no como alumnas, sino como parte de una historia mayor.

Ser joven y representar a un país

Agustina Mena es el rostro más reciente de la larga línea de jugadoras formadas en la Escuela de Básquetbol Femenina de la Universidad Austral de Chile que han logrado vestir la camiseta nacional. Con apenas 17 años, su proceso refleja no solo el talento individual, sino también la exigencia que implica representar al país desde el sur, lejos de los grandes centros deportivos.

Desde mi mirada, primero que todo privilegiada por el lugar donde estoy, representar a mi país es uno de los orgullos más grandes que he tenido en mi vida, pero no fue un camino fácil. Llevo 10 años entrenando este hermoso deporte. Este es el fruto de un sacrificio
— Agustina Mena

En su relato se entrelazan el esfuerzo, la constancia y la madurez forzada que trae el alto rendimiento desde una temprana edad en la escuela de básquetbol de la UACh.

Agustina finalizó su primera experiencia internacional con “La Roja” con el sexto lugar del sudamericano en Asunción.

Formada desde los siete años, Mena reconoce que su ingreso al básquet fue casi casual. “Entré el año 2015 a la UACh, fue por decisión de mi madre ya que yo cuando chica quería jugar fútbol y mi madre no quería. Me metió a básquet con Edgardo Bilbao y al pasar el tiempo le empecé a agarrar gusto y ritmo”. En ese espacio desconocido, la joven encontró algo más que una disciplina, una segunda familia para toda la vida. “Encuentro que lo especial que tienen es que desde chiquitito te implementan lo que es una familia dentro del deporte, ya que hay demasiado apoyo dentro de la escuela tanto como entrenadores como de apoderados y sobre todo entre jugadoras. Es básicamente una segunda familia”.

Actualmente, tras su primera participación internacional en el Sudamericano de Paraguay, Agustina comprende que la disciplina y la presión son parte del recorrido deportivo. Ese proceso la obligó a adaptarse rápido, gestionar emociones y sostener el compromiso incluso en momentos de desgaste. Mena entiende que representar a Chile no solo es un logro, sino también una responsabilidad que se construye y trabaja bajo un compromiso distinto.

En su voz se percibe madurez poco común para su edad, la misma que permite hablarle a las generaciones que vienen detrás:

“Disfruten lo que hacen, amen el deporte, porque deja enseñanzas y recuerdos especiales”. Es la propia Agustina quien interpreta su recorrido y le da sentido. Desde su experiencia los valores que le entregó el básquetbol se resumen en disciplina, identidad y pertenencia.

Agustina, junto a todas las jugadoras de la escuela que alguna vez han vestido los colores nacionales, son la prueba que desde el sur también se puede llegar lejos. Sus historias abren camino a las que sueñan con seguir, porque cada vez que se entra a la cancha no solo se trata de representar a un equipo, sino también a la UACh, a su ciudad y a toda una generación que entendió que la verdadera victoria está en disfrutar el proceso y esforzarse en lo que uno ama, el básquetbol, que en silencio es una escuela de vida.

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